Hoy
en día la educación es un derecho fundamental y la práctica de la lectura no
hace otra cosa sino fomentar este derecho. Vivimos en un mundo en el que la
historia está escrita en los libros: todo lo que sabemos está dentro de
montones de páginas encuadernadas. Imaginemos por un momento que de repente,
leer esté prohibido y los libros sean perseguidos para ser quedamos. Un
auténtico disparate, ¿verdad?
Pues
ese es el tema que plantea la película Fahrenheit 451. Una sociedad en la que
los libros son considerados como una distracción que hace insociables a las
personas. Pero, ¿no será la falta de lectura lo que les aísla y les hace
insociables? Si comparamos la sociedad de la película con nuestra sociedad
actual, podemos observar como en la película la gente vive aislada y cuando
actúa en sociedad lo hace de un modo extraño, manteniendo muchas distancias,
sin saber cómo satisfacer sus curiosidades, y no parecen ser felices. Incluso
la mayoría de las personas tienen que tomar pastillas para estimularse y
sentirse un poco más feliz. El medio de distracción y entretenimiento es la
televisión: las personas pueden pasarse horas embobadas delante de la pantalla
viendo programas que no aportan nada, e interactuando con la televisión como si
fuera su único amigo. Personalmente, creo que ese sí que es un modo de
insociabilidad, y no la lectura de un libro.
El
caso es que en esta película los bomberos no apagan fuegos, sino que los crean:
su tarea es descubrir dónde hay libros escondidos para después quemarlos.
Actúan bajo la insignia del número 451: temperatura a la que el papel de los
libros comienza a arder. El protagonista, Montag, es uno de ellos. Un día de
camino a su trabajo conoce a Clarisse, una chica muy parecida físicamente a su
mujer pero que le transmite mucho más. Es extrovertida y lista, y le hace
plantearse si es feliz con su trabajo y su vida. Desde que la conoce comienza a
dudar si los libros son realmente tan malos como para ser prohibidos, y es
entonces cuando despierta la curiosidad de Montag por leer uno. Cuando se da
cuenta de que la lectura le aporta mucho, comienza a aficionarse hasta que un
día es descubierto y huye a un lugar del que le había hablado Clarisse: un
lugar donde la gente vive tranquila, cada uno aprende un libro de memoria, lo
quema, y después se lo recita a los demás. Así es como Montag se convierte en
hombre-libro, una forma de transmitir los libros mediante la oralidad.
Es
impensable hoy día una sociedad sometida a tanto control social, en la que leer
esté prohibido y el aprendizaje en las escuelas sea a través de canciones, así
como la información de los periódicos mediante imágenes. Pero parémonos un
momento a pensar: ¿realmente hoy en día no hay control social? Sin ir mas
lejos, hay países en los que actualmente es normal el matrimonio de un hombre
con varias mujeres a la vez, o en los que las mujeres están obligadas a llevar
el rostro tapado. A priori para nosotros es una barbaridad que alguien tenga
ese modo de pensar, pero la realidad es que esto ocurre y que allá donde está
sucediendo es algo normal. Por ello pienso que siempre estamos sometidos a un
control social y a unas normas de conducta, para bien o para mal, ya sea en el
comportamiento que adoptemos con familia, amigos, compañeros de trabajo, etc.
Fahrenheit
451 trata de mostrar de manera impactante cómo se puede controlar una sociedad,
al estilo de la teoría de la aguja hipodérmica (basada en el efecto de los
medios de masas sobre la opinión pública). El control del gobierno sobre los
ciudadanos es ampliado por la televisión: la gente cree lo que le muestra la
pantalla ya que para ellos es el único medio de información, entretenimiento y
aprendizaje. De una forma menos exagerada podemos apreciar el control social al
que estamos sometidos diariamente. El mejor ejemplo son las manifestaciones que
tantos años se llevan produciendo y parece que en los últimos tiempos se
multiplican: su origen no es otro que el desacuerdo con el control que están
ejerciendo los gobiernos sobre los individuos. En la película la forma de
manifestarse es seguir leyendo esos libros. Vemos como la gente se arriesga a
seguir leyendo a pesar del peligro que corren. ¿Qué tienen los libros para ser
capaces de desafiar de esa manera a la ley? Simplemente la soledad en la que se
encuentran las personas. De hecho en la película, una mujer que seguía leyendo,
dice que esos libros tenían vida, que le hablaban. La mujer está tan aferrada a
sus libros que se niega a abandonarlos y decide arder junto a ellos, diciendo
en sus últimas palabras: “Quiero morir como he vivido”. Ya lo decía el poeta
alemán Heinrich Heine “Allí donde se
queman los libros, se acaba por quemar a los hombres”.
En
conclusión, esta es otra de las tantas películas que llevan a los extremos el
control de una sociedad, como es el caso de Matrix, en la que se plantea un
futuro en el que los seres humanos son esclavizados por máquinas. Sin embargo
el control social no escapa de la realidad, aunque claro está, que en dosis
menores (o eso parece). Todo lo que sabemos, todas las normas de
comportamiento, los modos de actuar, han sido inculcados según la sociedad del
momento, y eso es una forma de control social ya que nos enseñan cómo tenemos
que vivir. Por tanto, ¿hay control social? Naturalmente, sí.
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