lunes, 6 de mayo de 2013

¿Vivimos bajo control social?


Hoy en día la educación es un derecho fundamental y la práctica de la lectura no hace otra cosa sino fomentar este derecho. Vivimos en un mundo en el que la historia está escrita en los libros: todo lo que sabemos está dentro de montones de páginas encuadernadas. Imaginemos por un momento que de repente, leer esté prohibido y los libros sean perseguidos para ser quedamos. Un auténtico disparate, ¿verdad?

Pues ese es el tema que plantea la película Fahrenheit 451. Una sociedad en la que los libros son considerados como una distracción que hace insociables a las personas. Pero, ¿no será la falta de lectura lo que les aísla y les hace insociables? Si comparamos la sociedad de la película con nuestra sociedad actual, podemos observar como en la película la gente vive aislada y cuando actúa en sociedad lo hace de un modo extraño, manteniendo muchas distancias, sin saber cómo satisfacer sus curiosidades, y no parecen ser felices. Incluso la mayoría de las personas tienen que tomar pastillas para estimularse y sentirse un poco más feliz. El medio de distracción y entretenimiento es la televisión: las personas pueden pasarse horas embobadas delante de la pantalla viendo programas que no aportan nada, e interactuando con la televisión como si fuera su único amigo. Personalmente, creo que ese sí que es un modo de insociabilidad, y no la lectura de un libro.
El caso es que en esta película los bomberos no apagan fuegos, sino que los crean: su tarea es descubrir dónde hay libros escondidos para después quemarlos. Actúan bajo la insignia del número 451: temperatura a la que el papel de los libros comienza a arder. El protagonista, Montag, es uno de ellos. Un día de camino a su trabajo conoce a Clarisse, una chica muy parecida físicamente a su mujer pero que le transmite mucho más. Es extrovertida y lista, y le hace plantearse si es feliz con su trabajo y su vida. Desde que la conoce comienza a dudar si los libros son realmente tan malos como para ser prohibidos, y es entonces cuando despierta la curiosidad de Montag por leer uno. Cuando se da cuenta de que la lectura le aporta mucho, comienza a aficionarse hasta que un día es descubierto y huye a un lugar del que le había hablado Clarisse: un lugar donde la gente vive tranquila, cada uno aprende un libro de memoria, lo quema, y después se lo recita a los demás. Así es como Montag se convierte en hombre-libro, una forma de transmitir los libros mediante la oralidad.
Es impensable hoy día una sociedad sometida a tanto control social, en la que leer esté prohibido y el aprendizaje en las escuelas sea a través de canciones, así como la información de los periódicos mediante imágenes. Pero parémonos un momento a pensar: ¿realmente hoy en día no hay control social? Sin ir mas lejos, hay países en los que actualmente es normal el matrimonio de un hombre con varias mujeres a la vez, o en los que las mujeres están obligadas a llevar el rostro tapado. A priori para nosotros es una barbaridad que alguien tenga ese modo de pensar, pero la realidad es que esto ocurre y que allá donde está sucediendo es algo normal. Por ello pienso que siempre estamos sometidos a un control social y a unas normas de conducta, para bien o para mal, ya sea en el comportamiento que adoptemos con familia, amigos, compañeros de trabajo, etc.
Fahrenheit 451 trata de mostrar de manera impactante cómo se puede controlar una sociedad, al estilo de la teoría de la aguja hipodérmica (basada en el efecto de los medios de masas sobre la opinión pública). El control del gobierno sobre los ciudadanos es ampliado por la televisión: la gente cree lo que le muestra la pantalla ya que para ellos es el único medio de información, entretenimiento y aprendizaje. De una forma menos exagerada podemos apreciar el control social al que estamos sometidos diariamente. El mejor ejemplo son las manifestaciones que tantos años se llevan produciendo y parece que en los últimos tiempos se multiplican: su origen no es otro que el desacuerdo con el control que están ejerciendo los gobiernos sobre los individuos. En la película la forma de manifestarse es seguir leyendo esos libros. Vemos como la gente se arriesga a seguir leyendo a pesar del peligro que corren. ¿Qué tienen los libros para ser capaces de desafiar de esa manera a la ley? Simplemente la soledad en la que se encuentran las personas. De hecho en la película, una mujer que seguía leyendo, dice que esos libros tenían vida, que le hablaban. La mujer está tan aferrada a sus libros que se niega a abandonarlos y decide arder junto a ellos, diciendo en sus últimas palabras: “Quiero morir como he vivido”. Ya lo decía el poeta alemán Heinrich Heine “Allí donde se queman los libros, se acaba por quemar a los hombres”.
En conclusión, esta es otra de las tantas películas que llevan a los extremos el control de una sociedad, como es el caso de Matrix, en la que se plantea un futuro en el que los seres humanos son esclavizados por máquinas. Sin embargo el control social no escapa de la realidad, aunque claro está, que en dosis menores (o eso parece). Todo lo que sabemos, todas las normas de comportamiento, los modos de actuar, han sido inculcados según la sociedad del momento, y eso es una forma de control social ya que nos enseñan cómo tenemos que vivir. Por tanto, ¿hay control social? Naturalmente, sí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario